La enfermedad renal crónica (ERC) se ha convertido en una de las crisis de salud pública más silenciosas y subestimadas del mundo. Un nuevo análisis internacional publicado en The Lancet estimó que 788 millones de personas viven hoy con una función renal reducida, una cifra que más que duplica los 378 millones reportados en 1990. El crecimiento acelerado de estos casos, junto con su impacto en la mortalidad y la calidad de vida, ubica a la ERC entre las diez principales causas de muerte a nivel global.
Este estudio, desarrollado por especialistas de NYU Langone Health, la Universidad de Glasgow y el Institute for Health Metrics and Evaluation, forma parte de la iniciativa Global Burden of Disease, el programa de seguimiento sanitario más completo del mundo. La investigación analizó datos de 2,230 publicaciones científicas y bases de salud de 133 países, ofreciendo la visión más actualizada y completa sobre la progresión de la enfermedad.
La ERC se caracteriza por una pérdida progresiva de la función renal que en sus primeras etapas rara vez presenta síntomas, lo que dificulta su detección temprana. Cuando avanza, sin embargo, las alternativas de tratamiento suelen ser limitadas: la diálisis o el trasplante se convierten en la única opción para sostener la vida. Según los investigadores, alrededor del 14 % de la población adulta mundial padece esta enfermedad, una proporción que evidencia un problema sanitario de gran magnitud.
La falta de acceso a tratamientos es uno de los factores que más profundiza la crisis. En regiones como el África subsahariana, el sudeste asiático y amplias zonas de Latinoamérica, los servicios de diálisis son escasos o demasiado costosos. La insuficiencia de trasplantes, sumada a diagnósticos tardíos, restringe aún más las posibilidades de supervivencia. Este panorama refuerza la urgencia de ampliar la infraestructura médica y mejorar las políticas de salud, especialmente en países de ingresos medios y bajos.
El estudio también destaca la estrecha relación entre la enfermedad renal y las patologías cardiovasculares. La alteración de la función renal se asocia con el 12 % de las muertes cardiovasculares registradas en el planeta, una cifra que demuestra cómo ambas condiciones se potencian y agravan mutuamente. Además, en 2023 la ERC ocupó el duodécimo lugar entre las principales causas de discapacidad, lo que pone de manifiesto su impacto en la calidad de vida de millones de personas.
Entre los principales factores de riesgo identificados se encuentran los niveles elevados de glucosa en sangre, la hipertensión y un índice de masa corporal alto. Lo relevante es que la mayoría de los pacientes se encuentra en etapas iniciales, lo que abre una ventana valiosa para intervenir con tratamientos menos invasivos y cambios de hábitos que podrían frenar o retrasar el deterioro renal.
Sin embargo, el diagnóstico temprano continúa siendo una de las mayores barreras. Morgan Grams, investigadora de NYU Grossman School of Medicine y coautora del análisis, subraya la importancia de incrementar los análisis de orina como herramienta de detección. Identificar la enfermedad a tiempo no solo mejora el pronóstico, sino que permite aplicar nuevos medicamentos que, en los últimos años, han demostrado frenar la progresión del daño renal y reducir el riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares. Pese a estos avances, la falta de acceso y los escasos programas de tamizaje impiden que estos beneficios se reflejen a nivel global.
Los investigadores advierten que la prevalencia real podría ser incluso mayor a la estimada, debido al alto grado de subdiagnóstico. Josef Coresh, director del Optimal Aging Institute en NYU Langone y autor principal, enfatiza que “la enfermedad renal crónica es común, letal y representa un problema de salud pública que se agrava”. Equiparar la atención que se brinda a la ERC con la de enfermedades como el cáncer o las afecciones cardíacas es, a su juicio, fundamental para enfrentar el reto.
El informe, respaldado por los National Institutes of Health de Estados Unidos, la Gates Foundation y la National Kidney Foundation, fue presentado durante la conferencia Kidney Week de la American Society of Nephrology. Su mensaje central es claro: gobiernos, instituciones y sociedad deben priorizar la prevención, el diagnóstico temprano y el acceso equitativo a tratamientos. De lo contrario, esta crisis silenciosa continuará avanzando y cobrando millones de vidas que podrían salvarse con intervenciones oportunas.
